En el mismo año en que el Arzobispo Juan Martínez Silíceo, llega a Toledo, en 1546, organiza una Expedición subterránea hacia La Cueva de Hércules.
Los expedicionarios, bien pertrechados, avanzaron con arrojo por la oscura y profunda galería, hasta que se encontraron con unos enormes y terroríficos Robots que se movían...
¿Quién era el Cardenal Silíceo?Nació en Villagarcía de la Torre, Badajoz, en 1477. De origen humilde, a los 17 marchó a Valencia, y de allí, cuando tenía 21 años marchó a París.
Residió algunos años en París en donde llegó a ser profesor de la Universidad de París. Regresó a España, a la Universidad de Salamanca, y allí se ordena sacerdote.
Entre sus especialidades estaban el latín, la Dialéctica, la Lógica, Filosofía, y Matemáticas. Se piensa que el Obispo de Badajoz, Fray Alonso Manrique, que ostentaba el alto cargo de "Inquisidor General" fué el mecenas de Juan Martínez Silíceo.
En la obra "Ars Arithmetica", Siliceo hace su dedicatoria hacia el Obispo de Badajoz, con estas palabras:
"Adiós, honra de la Iglesia y brillantísima estrella del derecho pontificio. Y protege bajo tu patrocinio a Juan Martínez Siliceo, novicio siervo".
El Obispo de Badajoz Manrique, Inquisidor General tenía mucha influencia sobre el Emperador Carlos V de España.Y precisamente, en 1534, Carlos V nombra a Juan Martínez Silíceo como Preceptor de su hijo, el Príncipe de Asturias, quien llegaría a ser el Rey Felipe II, quien entonces tan sólo contaba 6 años de edad.
Más tarde, en 1541, sería designado Obispo de Cartagena, y después, en 1546 fué promovido al Arzobispado de Toledo.
Es en ese año, en 1546, estando en el Arzobispado de Toledo, cuando Juan Martínez Silíceo organizó una Expedición para internarse hasta La Cueva de Hércules de Toledo, desde los bajos de la Iglesia de San Ginés, hoy desaparecida, ubicada en el Callejón de San Ginés.
La exploración acabó en trágico fracaso y Siliceo, asustado, mandó tapiar la Entrada de túnel que partía desde San Ginés. Un silencio oficial sepultó también toda referencia a aquél extraño episodio, el cual tan sólo sobrevivió como rumor o leyenda toledana.
En 1547, Siliceo promulgó un "Estatuto de Limpieza", por el que se prohibía obtener ningún cargo en el cabildo a todo aquel que no demostrara que todos sus ascendientes anteriores eran católicos viejos.
El Certificado de Pureza o "Limpieza de Sangre", así también llamados, era la norma que exigía el requisito de demostrar, al que aspiraba a un cargo o a ingresar en una determinada institución, que no tenía ningún antepasado conocido, por lejano que fuera, judío o musulmán, y no estaba, por tanto, "infectado" con su sangre.
El Cardenal Siliceo fué el introductor oficial en España de la "Limpieza de Sangre", a pesar de que probablemente perteneció en sus orígenes a la Diáspora judía, pues fué cambiando su nombre a lo largo del tiempo; su verdadero nombre era "Fernando Guijarro", quien pasó después a llamarse Juan Martínez Guijarro, para pasar por último a llamarse Juan Martínez Silíceo.
Juan Martínez Silíceo llegó a ser Cardenal Primado de Toledo. Murió en Toledo el 31 de mayo de 1557, enterrado en el Colegio de Doncellas Nobles, que había fundado él mismo en Toledo.
Una curiosidad siniestra acerca de este lugar, es que el Sepulcro del Cardenal Silíceo, en el Colegio de Doncellas Nobles de Toledo, fué realizado posteriormente por el artista Ricardo Bellver y Ramón (Madrid 1845- 1924), el mismo autor que en el siglo XIX realizó la obra "El Angel Caído", una escultura dedicada a Lucifer en el Parque del Retiro, en Madrid.
La Crónica de Pedro de Salazar y Mendoza
El sacerdote católico Pedro de Salazar y Mendoza, de familia de religiosos toledanos, era tataranieto del conocido Cardenal Mendoza. Nació y murió en Toledo, 1549-1629, canónigo penitenciario de la Catedral de Toledo desde 1614, fué también doctor en derecho civil y canónigo, biógrafo y cronista historiador.
Por sus grandes conocimientos mereció que se le confiaran muchos asuntos eclesiásticos. El Cardenal de Toledo en aquella época, Gaspar Quiroga, arzobispo de Toledo, utilizó sus servicios como jurisconsulto. El Arzobispo de Toledo, Gaspar Quiroga, nombró a Pedro de Salazar con el cargo de consiliario, asesor, para asuntos pontificios. Posteriormente el mismo cardenal le nombró Vicario General, y finalmente Canónigo penitenciario de la Catedral de Toledo en 1614.
Excelente conocedor, y desde dentro, de toda la historia, entresijos y secretos de la Iglesia católica de Toledo. Sin duda fué una figura prominente y muy interesante en la vida del Toledo de los siglos XVI y XVII.
Entre sus interesantes escritos figura la "Crónica del Gran Cardenal de España" en cuya obra hace referencia a la Expedición misteriosa y secreta a la Cueva de Hércules que llevó a cabo el Cardenal Silíceo en 1546.
Si nos fijamos en las fechas, Pedro de Salazar y Mendoza y el Cardenal Juan Martínez Silíceo fueron contemporáneos, es decir, vivieron en Toledo en la misma época, si bien cuando Silíceo murió en 1557, Pedro de Salazar era todavía demasiado joven y tan sólo contaba con 9 años. Durante su infancia en Toledo tuvo que conocer al Cardenal Silíceo.
Más tarde, este cronista católico toledano, Pedro de Salazar y Mendoza, fué amigo y protector de Domenikos Theotocopoulus, más conocido como El Greco, (El griego) (1540-1614), pintor e iniciado esoterista y ocultista, como toda la alta sociedad de la época en Toledo, al cual le encargó personalmente muchas pinturas para Toledo.
El Greco, a la izquierda, y el Cardenal Gaspar Quiroga, a la derecha, fueron dos personajes contemporáneos y amigos del sacerdote escritor Pedro de Salazar y Mendoza. El Cardenal Quiroga protegió a Mendoza, y a su vez Mendoza protegía al pintor que se había establecido en Toledo, El Greco.
Esto nos lleva a pensar que El Greco, como parte de la camarilla de los poderosos de Toledo y amigo de Mendoza, estaba muy bien informado acerca de los misterios y secretos de la ciudad de Toledo.
De hecho El Greco quedó atrapado por la magia de Toledo en donde se quedó a vivir, y no en cualquier casa, sino en una casona toledana, famosa hoy y que es visitada por los turistas actuales, que tenía y tiene entradas interiores al mundo misterioso y subterráneo de la ciudad.
Casa del pintor cretense establecido en Toledo, El Greco. Entrada y Puerta de la Gruta. Aquí en Toledo se quedó a vivir El Greco hasta su muerte en 1614.
Y aparte de ello, todos los personajes ocultistas y poderosos de Toledo poseían propiedades con accesos al interior de la ciudad, en cuyos túneles y cavidades realizaban sus inconfesables rituales secretos y ocultistas.
Hay otra faceta curiosa en la vida de Pedro de Salazar y Mendoza, autor de la "Crónica del Gran Cardenal de España", y es que aparte de biógrafo e historiador, era un experto genealogista, acusado de "linajudo", esto es, que a cambio de dinero, traficaba con las ascendencias ajenas, certificados de nacimientos y expedientes de limpieza de sangre que había impuesto el Cardenal Silíceo en España, con lo cual alteraba sin ningún problema los linajes y genealogías de algunas personas, según sus deseos o los dineros a recibir.
No cabe duda de que este hombre fué todo un personaje en el Toledo de la época, y un elemento de cuidado, al igual que Silíceo y similares de la alta sociedad eclesiástica que ejercían el poder en Toledo y en España.
Crónica de la Expedición de Silíceo, narrada por Cristóbal Lozano: Un Informe veraz.
El Capellán Cristóbal Lozano (sacerdote y escritor, 1609 - 1667) escribió esta Crónica de La Expedición del Cardenal Martínez Silíceo a la Cueva de Hércules, en el año 1671, 125 años después de acontecido lo narrado.
Veamos brevemente quién era, en su biografía:
Cristóbal Lozano y Sánchez nació en Hellín, provincia de Albacete, el 26 de diciembre de 1609 y murió en Toledo el 3 de octubre de 1667. Estudió en Alcalá de Henares y viajó mucho por toda España.
Tras ordenarse sacerdote, residió en Valencia y fue párroco de Lagartera, provincia de Toledo, y desempeñó diversos cargos eclesiásticos en Valencia, Hellín y Murcia: cura ecónomo, vicario y el de comisario de la Santa Cruzada de la villa de Hellín y su partido, procurador Fiscal del Obispado de Murcia, y en Toledo fue Capellán Regente de la Capilla de los Reyes Nuevos, donde había algunos monarcas enterrados, hasta su muerte.
Como escritor, aparte de sus muchas poesías líricas, intercaladas en las obras en prosa, tiene narraciones de carácter histórico, religioso y legendario. Lozano influyó en varios escritores románticos, como Zorrilla y Espronceda.Se ha acostumbrado a etiquetar alegremente la crónica de Lozano sobre la Expedición de Silíceo como una simple leyenda toledana.
Sin embargo, éste no es un documento descartable ni anecdótico. No está escrito por un cualquiera, sino que está redactado por un miembro, culto, bien formado e informado, de la propia Iglesia Católica de Toledo. Alguien que no osaría lanzar atribuciones en falso hacia un anterior respetable de su Iglesia, pues no se refiere al organizador de la Expedición como alguien anónimo, sino a su venerado Cardenal Silíceo. Y junto con los nombres y apellidos reales de su protagonista, dá también lugares y fechas reales, que tampoco imaginarias ni poéticas.
Por otro lado, se suele alegar también como contrariedad en cuanto a la fiabilidad documental, que la Expedición de Silíceo acontece en 1546 y Lozano lo recoge en 1671.
Pero 125 años en Toledo es poco tiempo. Es todavía, en el año 2006, y cuando nos internamos por las calzadas adoquinadas que bajan hacia la Catedral, nos sigue pareciendo que nos hemos sumergido de lleno en la Edad Media y que el tiempo se ha parado.
En realidad nada inventó Lozano, ya que en su infancia y juventud debió conocer al sacerdote historiador Pedro de Salazar y Mendoza, quien había escrito acerca de la aventura del Cardenal Silíceo para entrar en la Cueva de Hércules. Cuando el canónigo Mendoza murió en Toledo en el año 1629, Lozano tenía ya 20 años de edad. Y como ya hemos dicho, seguramente Mendoza conoció siendo niño al mismísimo Cardenal Silíceo en persona, y después durante su vida supo más acerca de la figura de Silíceo. De modo que todos ellos hicieron una cadena de transmisión fidedigna conservando las mismas informaciones acerca de la Expedición de Silíceo.
Cristóbal Lozano había leído la obra "Crónica del Gran Cardenal de España", escrita por su seguramente amigo y maestro, y desde luego conocido famoso de Toledo, Pedro de Salazar y Mendoza, en la que se hablaba de la Expedición a la Cueva de Hércules que organizó el Cardenal Silíceo. De modo que posteriormente Lozano también reflejó por escrito su versión particular de aquella terrorífica y malograda Incursión.
La Expedición del Cardenal Silíceo. Crónica del Capellán Cristóbal Lozano
"Con las grandes noticias que le daban de esta cueva, quiso examinar, y ver lo que en ella havía. No sería, claro está, con el pretexto que la mandó abrir el Rey Rodrigo, para desperdicial, o achocal; si havía algún tesoro; si bien, si para atesorarle como hacía los suyos en los pechos de los pobres, aunque su principal intento sería para desengañar al vulgo, y quitar con la verdad tantas hablillas, y cosas como decían, y contaban de esta Cueba.
Hizo, pues, limpiar la puerta, que como dexamos dicho, hoy está calafeteada, y cerrada en la Iglesia de San Ginés; y buscando, y priviniendo los hombres de más animo, y los que braveaban de ossados, y valientes, mandó que les diessen zurrones de comida, que llevassen linternas, hachas, cordeles, y otros instrumentos para poder encender, en caso de que las luces les faltaran.
Entraron, pues, estos bravos, y a cosa de media legua (que yo digo seria milla, pues claro esta que el miedo hace las leguas mas largas) toparon con unas estatuas de bronce, puestas sobre una mesa como altar, y reparando en mirar una de ellas, que sobre su pedestal estaba severa, y grave, se cayó, é hizo un notable ruido, causando a los exploradores grande miedo; quiza no habia mas de esta, y el miedo se las hizo muchas, como acontece, y seria lo que topo el Rey Rodrigo con la maza de armas.
Aunque ya bien medrosos, passaron adelante, hasta dar con un gran golpe de agua, que con el ruido que hacia su arrebatada corriente, los acabó de llenar de miedo hasta los ojos. Repárese, si vienen bien las señas con la otra cueva encantada, la estatua, caerse, ó hacer ruido, y el brazal del agua. En fin, ya turbados, y perdidos de temor los tales aventureros, se resolvieron en no dar mas passo adelante, sino bolverse a salir.
Salieron, pues, al tiempo de anochecer, tan atemorizados, tan despavoridos, tan con caras de difuntos, que los que los aguardaban, y juzgaban saldrían ricos, y, medrados, participaron también de su espanto, y confusión. Salieron demás del miedo, tan traspassados, y murieron muchos de ellos.
Havrá que sucedió esto ciento y veinte y cinco años, pues fue el de mil quinientos y quarenta y seis. Quiza movido de esta desgracia mandó el buen Arzobispo cerrar, y lodar la cueva".
Podemos comentar algunos elementos:
* Obsérvese un detalle referente a esta aventura. Siliceo organiza la Expedición hacia la Cueva de Hércules, nada más llegar a Toledo, es decir, en el mismo año en que llegó destinado al Arzobispado de Toledo, en 1546, desde Cartagena. No fué, pues, un plan preparado de años, ni hubo esperas ni largos plazos, ni lo dejó para el final de su vida.
* El Arzobispo Silíceo no descendió a la Exploración junto con los exploradores, y gracias a eso sobrevivió, lo cual refleja que era una persona sumamente astuta. Aunque también hay que tener en cuenta que cuando tuvo lugar la Expedición, en el año 1546, Silíceo contaba ya con 69 años de edad, y probablemente se sintiera demasiado mayor o su salud estuviera frágil o delicada.
* Todos los expedicionarios del Cardenal Silíceo murieron en pocos días de congestión cerebral y de infarto de miocardio al no poder asimilar la contemplación de esa nave, en donde estaban las estatuas moviendo el brazo, y golpeando el suelo; y más aún, el ver que una de las estatuas se caía de su batería al suelo, haciendo un ruido espantoso en la nave, lo cual hizo salir despavoridos a todos los expedicionarios ese mismo día, y días después murieron todos de la congestión cerebral, causada por el fuerte Schock sufrido.
Entre el Rey Rodrigo y el Cardenal Siliceo hay tres cosas que los unen paralelamente :
1.- Los dos entraron en la cueva de Hercules movidos por la curiosidad.
2.- Los dos recibieron una sorpresa desagradable por romper el sello sagrado de inpenetrabilidad y por haber penetrado en ese recinto sagrado antes de llegado el tiempo prescrito.
3.- Tras salir los expedicionarios, los dos sellaron de nuevo las entradas para que nadie más entrara allí.
El cuadro pintado original de este Cardenal, y que hemos reproducido aquí para ilustrar este artículo, se halla en la Catedral de Toledo, en la Sala de los Cardenales, donde están todos los cuadros pictóricos de los Cardenales Primados de la Catedral de Toledo, al lado mismo de la Capilla de Santiago, y ¡¡ Enfrente mismo de la Cripta de la Catedral y del angel con el pez en la mano!!..., es decir, en frente mismo de La Cueva de Hércules... ¡¡Casualidades !!...?..
Artículo escrito originalmente el 6 de Noviembre de 2006
¿Quién era el Cardenal Silíceo?Nació en Villagarcía de la Torre, Badajoz, en 1477. De origen humilde, a los 17 marchó a Valencia, y de allí, cuando tenía 21 años marchó a París.
Residió algunos años en París en donde llegó a ser profesor de la Universidad de París. Regresó a España, a la Universidad de Salamanca, y allí se ordena sacerdote.
Entre sus especialidades estaban el latín, la Dialéctica, la Lógica, Filosofía, y Matemáticas. Se piensa que el Obispo de Badajoz, Fray Alonso Manrique, que ostentaba el alto cargo de "Inquisidor General" fué el mecenas de Juan Martínez Silíceo.
En la obra "Ars Arithmetica", Siliceo hace su dedicatoria hacia el Obispo de Badajoz, con estas palabras:
"Adiós, honra de la Iglesia y brillantísima estrella del derecho pontificio. Y protege bajo tu patrocinio a Juan Martínez Siliceo, novicio siervo".
El Obispo de Badajoz Manrique, Inquisidor General tenía mucha influencia sobre el Emperador Carlos V de España.Y precisamente, en 1534, Carlos V nombra a Juan Martínez Silíceo como Preceptor de su hijo, el Príncipe de Asturias, quien llegaría a ser el Rey Felipe II, quien entonces tan sólo contaba 6 años de edad.
Más tarde, en 1541, sería designado Obispo de Cartagena, y después, en 1546 fué promovido al Arzobispado de Toledo.
Es en ese año, en 1546, estando en el Arzobispado de Toledo, cuando Juan Martínez Silíceo organizó una Expedición para internarse hasta La Cueva de Hércules de Toledo, desde los bajos de la Iglesia de San Ginés, hoy desaparecida, ubicada en el Callejón de San Ginés.
La exploración acabó en trágico fracaso y Siliceo, asustado, mandó tapiar la Entrada de túnel que partía desde San Ginés. Un silencio oficial sepultó también toda referencia a aquél extraño episodio, el cual tan sólo sobrevivió como rumor o leyenda toledana.
En 1547, Siliceo promulgó un "Estatuto de Limpieza", por el que se prohibía obtener ningún cargo en el cabildo a todo aquel que no demostrara que todos sus ascendientes anteriores eran católicos viejos.
El Certificado de Pureza o "Limpieza de Sangre", así también llamados, era la norma que exigía el requisito de demostrar, al que aspiraba a un cargo o a ingresar en una determinada institución, que no tenía ningún antepasado conocido, por lejano que fuera, judío o musulmán, y no estaba, por tanto, "infectado" con su sangre.
El Cardenal Siliceo fué el introductor oficial en España de la "Limpieza de Sangre", a pesar de que probablemente perteneció en sus orígenes a la Diáspora judía, pues fué cambiando su nombre a lo largo del tiempo; su verdadero nombre era "Fernando Guijarro", quien pasó después a llamarse Juan Martínez Guijarro, para pasar por último a llamarse Juan Martínez Silíceo.
Juan Martínez Silíceo llegó a ser Cardenal Primado de Toledo. Murió en Toledo el 31 de mayo de 1557, enterrado en el Colegio de Doncellas Nobles, que había fundado él mismo en Toledo.
Una curiosidad siniestra acerca de este lugar, es que el Sepulcro del Cardenal Silíceo, en el Colegio de Doncellas Nobles de Toledo, fué realizado posteriormente por el artista Ricardo Bellver y Ramón (Madrid 1845- 1924), el mismo autor que en el siglo XIX realizó la obra "El Angel Caído", una escultura dedicada a Lucifer en el Parque del Retiro, en Madrid.
La Crónica de Pedro de Salazar y Mendoza
El sacerdote católico Pedro de Salazar y Mendoza, de familia de religiosos toledanos, era tataranieto del conocido Cardenal Mendoza. Nació y murió en Toledo, 1549-1629, canónigo penitenciario de la Catedral de Toledo desde 1614, fué también doctor en derecho civil y canónigo, biógrafo y cronista historiador.
Por sus grandes conocimientos mereció que se le confiaran muchos asuntos eclesiásticos. El Cardenal de Toledo en aquella época, Gaspar Quiroga, arzobispo de Toledo, utilizó sus servicios como jurisconsulto. El Arzobispo de Toledo, Gaspar Quiroga, nombró a Pedro de Salazar con el cargo de consiliario, asesor, para asuntos pontificios. Posteriormente el mismo cardenal le nombró Vicario General, y finalmente Canónigo penitenciario de la Catedral de Toledo en 1614.
Excelente conocedor, y desde dentro, de toda la historia, entresijos y secretos de la Iglesia católica de Toledo. Sin duda fué una figura prominente y muy interesante en la vida del Toledo de los siglos XVI y XVII.
Entre sus interesantes escritos figura la "Crónica del Gran Cardenal de España" en cuya obra hace referencia a la Expedición misteriosa y secreta a la Cueva de Hércules que llevó a cabo el Cardenal Silíceo en 1546.
Si nos fijamos en las fechas, Pedro de Salazar y Mendoza y el Cardenal Juan Martínez Silíceo fueron contemporáneos, es decir, vivieron en Toledo en la misma época, si bien cuando Silíceo murió en 1557, Pedro de Salazar era todavía demasiado joven y tan sólo contaba con 9 años. Durante su infancia en Toledo tuvo que conocer al Cardenal Silíceo.
Más tarde, este cronista católico toledano, Pedro de Salazar y Mendoza, fué amigo y protector de Domenikos Theotocopoulus, más conocido como El Greco, (El griego) (1540-1614), pintor e iniciado esoterista y ocultista, como toda la alta sociedad de la época en Toledo, al cual le encargó personalmente muchas pinturas para Toledo.
El Greco, a la izquierda, y el Cardenal Gaspar Quiroga, a la derecha, fueron dos personajes contemporáneos y amigos del sacerdote escritor Pedro de Salazar y Mendoza. El Cardenal Quiroga protegió a Mendoza, y a su vez Mendoza protegía al pintor que se había establecido en Toledo, El Greco.
Esto nos lleva a pensar que El Greco, como parte de la camarilla de los poderosos de Toledo y amigo de Mendoza, estaba muy bien informado acerca de los misterios y secretos de la ciudad de Toledo.
De hecho El Greco quedó atrapado por la magia de Toledo en donde se quedó a vivir, y no en cualquier casa, sino en una casona toledana, famosa hoy y que es visitada por los turistas actuales, que tenía y tiene entradas interiores al mundo misterioso y subterráneo de la ciudad.
Casa del pintor cretense establecido en Toledo, El Greco. Entrada y Puerta de la Gruta. Aquí en Toledo se quedó a vivir El Greco hasta su muerte en 1614.
Y aparte de ello, todos los personajes ocultistas y poderosos de Toledo poseían propiedades con accesos al interior de la ciudad, en cuyos túneles y cavidades realizaban sus inconfesables rituales secretos y ocultistas.
Hay otra faceta curiosa en la vida de Pedro de Salazar y Mendoza, autor de la "Crónica del Gran Cardenal de España", y es que aparte de biógrafo e historiador, era un experto genealogista, acusado de "linajudo", esto es, que a cambio de dinero, traficaba con las ascendencias ajenas, certificados de nacimientos y expedientes de limpieza de sangre que había impuesto el Cardenal Silíceo en España, con lo cual alteraba sin ningún problema los linajes y genealogías de algunas personas, según sus deseos o los dineros a recibir.
No cabe duda de que este hombre fué todo un personaje en el Toledo de la época, y un elemento de cuidado, al igual que Silíceo y similares de la alta sociedad eclesiástica que ejercían el poder en Toledo y en España.
Crónica de la Expedición de Silíceo, narrada por Cristóbal Lozano: Un Informe veraz.
El Capellán Cristóbal Lozano (sacerdote y escritor, 1609 - 1667) escribió esta Crónica de La Expedición del Cardenal Martínez Silíceo a la Cueva de Hércules, en el año 1671, 125 años después de acontecido lo narrado.
Veamos brevemente quién era, en su biografía:
Cristóbal Lozano y Sánchez nació en Hellín, provincia de Albacete, el 26 de diciembre de 1609 y murió en Toledo el 3 de octubre de 1667. Estudió en Alcalá de Henares y viajó mucho por toda España.
Tras ordenarse sacerdote, residió en Valencia y fue párroco de Lagartera, provincia de Toledo, y desempeñó diversos cargos eclesiásticos en Valencia, Hellín y Murcia: cura ecónomo, vicario y el de comisario de la Santa Cruzada de la villa de Hellín y su partido, procurador Fiscal del Obispado de Murcia, y en Toledo fue Capellán Regente de la Capilla de los Reyes Nuevos, donde había algunos monarcas enterrados, hasta su muerte.
Como escritor, aparte de sus muchas poesías líricas, intercaladas en las obras en prosa, tiene narraciones de carácter histórico, religioso y legendario. Lozano influyó en varios escritores románticos, como Zorrilla y Espronceda.Se ha acostumbrado a etiquetar alegremente la crónica de Lozano sobre la Expedición de Silíceo como una simple leyenda toledana.
Sin embargo, éste no es un documento descartable ni anecdótico. No está escrito por un cualquiera, sino que está redactado por un miembro, culto, bien formado e informado, de la propia Iglesia Católica de Toledo. Alguien que no osaría lanzar atribuciones en falso hacia un anterior respetable de su Iglesia, pues no se refiere al organizador de la Expedición como alguien anónimo, sino a su venerado Cardenal Silíceo. Y junto con los nombres y apellidos reales de su protagonista, dá también lugares y fechas reales, que tampoco imaginarias ni poéticas.
Por otro lado, se suele alegar también como contrariedad en cuanto a la fiabilidad documental, que la Expedición de Silíceo acontece en 1546 y Lozano lo recoge en 1671.
Pero 125 años en Toledo es poco tiempo. Es todavía, en el año 2006, y cuando nos internamos por las calzadas adoquinadas que bajan hacia la Catedral, nos sigue pareciendo que nos hemos sumergido de lleno en la Edad Media y que el tiempo se ha parado.
En realidad nada inventó Lozano, ya que en su infancia y juventud debió conocer al sacerdote historiador Pedro de Salazar y Mendoza, quien había escrito acerca de la aventura del Cardenal Silíceo para entrar en la Cueva de Hércules. Cuando el canónigo Mendoza murió en Toledo en el año 1629, Lozano tenía ya 20 años de edad. Y como ya hemos dicho, seguramente Mendoza conoció siendo niño al mismísimo Cardenal Silíceo en persona, y después durante su vida supo más acerca de la figura de Silíceo. De modo que todos ellos hicieron una cadena de transmisión fidedigna conservando las mismas informaciones acerca de la Expedición de Silíceo.
Cristóbal Lozano había leído la obra "Crónica del Gran Cardenal de España", escrita por su seguramente amigo y maestro, y desde luego conocido famoso de Toledo, Pedro de Salazar y Mendoza, en la que se hablaba de la Expedición a la Cueva de Hércules que organizó el Cardenal Silíceo. De modo que posteriormente Lozano también reflejó por escrito su versión particular de aquella terrorífica y malograda Incursión.
La Expedición del Cardenal Silíceo. Crónica del Capellán Cristóbal Lozano
"Con las grandes noticias que le daban de esta cueva, quiso examinar, y ver lo que en ella havía. No sería, claro está, con el pretexto que la mandó abrir el Rey Rodrigo, para desperdicial, o achocal; si havía algún tesoro; si bien, si para atesorarle como hacía los suyos en los pechos de los pobres, aunque su principal intento sería para desengañar al vulgo, y quitar con la verdad tantas hablillas, y cosas como decían, y contaban de esta Cueba.
Hizo, pues, limpiar la puerta, que como dexamos dicho, hoy está calafeteada, y cerrada en la Iglesia de San Ginés; y buscando, y priviniendo los hombres de más animo, y los que braveaban de ossados, y valientes, mandó que les diessen zurrones de comida, que llevassen linternas, hachas, cordeles, y otros instrumentos para poder encender, en caso de que las luces les faltaran.
Entraron, pues, estos bravos, y a cosa de media legua (que yo digo seria milla, pues claro esta que el miedo hace las leguas mas largas) toparon con unas estatuas de bronce, puestas sobre una mesa como altar, y reparando en mirar una de ellas, que sobre su pedestal estaba severa, y grave, se cayó, é hizo un notable ruido, causando a los exploradores grande miedo; quiza no habia mas de esta, y el miedo se las hizo muchas, como acontece, y seria lo que topo el Rey Rodrigo con la maza de armas.
Aunque ya bien medrosos, passaron adelante, hasta dar con un gran golpe de agua, que con el ruido que hacia su arrebatada corriente, los acabó de llenar de miedo hasta los ojos. Repárese, si vienen bien las señas con la otra cueva encantada, la estatua, caerse, ó hacer ruido, y el brazal del agua. En fin, ya turbados, y perdidos de temor los tales aventureros, se resolvieron en no dar mas passo adelante, sino bolverse a salir.
Salieron, pues, al tiempo de anochecer, tan atemorizados, tan despavoridos, tan con caras de difuntos, que los que los aguardaban, y juzgaban saldrían ricos, y, medrados, participaron también de su espanto, y confusión. Salieron demás del miedo, tan traspassados, y murieron muchos de ellos.
Havrá que sucedió esto ciento y veinte y cinco años, pues fue el de mil quinientos y quarenta y seis. Quiza movido de esta desgracia mandó el buen Arzobispo cerrar, y lodar la cueva".
Sala de los Cardenales en la Catedral de Toledo.
En el círculo aparece el Cardenal Silíceo.
COMENTARIOS
Podemos comentar algunos elementos:
* Obsérvese un detalle referente a esta aventura. Siliceo organiza la Expedición hacia la Cueva de Hércules, nada más llegar a Toledo, es decir, en el mismo año en que llegó destinado al Arzobispado de Toledo, en 1546, desde Cartagena. No fué, pues, un plan preparado de años, ni hubo esperas ni largos plazos, ni lo dejó para el final de su vida.
* El Arzobispo Silíceo no descendió a la Exploración junto con los exploradores, y gracias a eso sobrevivió, lo cual refleja que era una persona sumamente astuta. Aunque también hay que tener en cuenta que cuando tuvo lugar la Expedición, en el año 1546, Silíceo contaba ya con 69 años de edad, y probablemente se sintiera demasiado mayor o su salud estuviera frágil o delicada.
* Todos los expedicionarios del Cardenal Silíceo murieron en pocos días de congestión cerebral y de infarto de miocardio al no poder asimilar la contemplación de esa nave, en donde estaban las estatuas moviendo el brazo, y golpeando el suelo; y más aún, el ver que una de las estatuas se caía de su batería al suelo, haciendo un ruido espantoso en la nave, lo cual hizo salir despavoridos a todos los expedicionarios ese mismo día, y días después murieron todos de la congestión cerebral, causada por el fuerte Schock sufrido.
Entre el Rey Rodrigo y el Cardenal Siliceo hay tres cosas que los unen paralelamente :
1.- Los dos entraron en la cueva de Hercules movidos por la curiosidad.
2.- Los dos recibieron una sorpresa desagradable por romper el sello sagrado de inpenetrabilidad y por haber penetrado en ese recinto sagrado antes de llegado el tiempo prescrito.
3.- Tras salir los expedicionarios, los dos sellaron de nuevo las entradas para que nadie más entrara allí.
El cuadro pintado original de este Cardenal, y que hemos reproducido aquí para ilustrar este artículo, se halla en la Catedral de Toledo, en la Sala de los Cardenales, donde están todos los cuadros pictóricos de los Cardenales Primados de la Catedral de Toledo, al lado mismo de la Capilla de Santiago, y ¡¡ Enfrente mismo de la Cripta de la Catedral y del angel con el pez en la mano!!..., es decir, en frente mismo de La Cueva de Hércules... ¡¡Casualidades !!...?..
Artículo escrito originalmente el 6 de Noviembre de 2006
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