domingo, 20 de abril de 2008
Las naves voladoras de Salomón
Salomón bien podría haber pasado a la Historia como "el Rey de los viajes". Según los textos antiguos, el enigmático monarca de Israel era capaz de cubrir enormes distancias en periodos de tiempo impensables para la época.
De esta forma, visitaba cada mes a su amada Makeda, Reina de Saba, y empleaba en el trayecto tan sólo medio día. Pero claro, jugaba con ventaja. Su sabiduría le había hecho detentor de secretos tecnológicos que utilizaba con la ayuda de unos pequeños genios llamados "djins". ¿Qué misteriosos conocimientos poseía Salomón para llevar a cabo tales hazañas? Y lo que es más importante: ¿De dónde los extrajo?
Si indagamos un poco, descubriremos que Salomón (996 a.C. - 926 a.C.) era hijo del Rey David y de Betsabé, y que llegó a ser uno de los monarcas más ricos, poderosos y sabios de su época gracias a muchas de sus virtudes, entre ellas las de organizar el Estado de Israel en 12 provincias, crear un poderoso ejército equipado con numerosos carros de combate, y construir, por supuesto, el soberbio Templo de Jerusalén.
También se le atribuye una de las mejores flotas marinas del mundo, cuyo puerto estaba situado en Ezion-Gueber, cerca de Elat. Sus barcos los erigían los hebreos, pero, curiosamente, los tripulaban los fenicios, que eran mejores navegantes. El oro entraba a raudales y lo buscaban en un lejano y fabuloso país llamado Parvaim (o Paruim).
Pero si conocida es su flota marina, no lo es tanto su presunta Flota Aérea. Mejor dicho, es prácticamente ignorada. La Tradición hace referencia a que el Rey Salomón (Suleimán para los árabes) poseía la capacidad de trasladarse por los aires en "aparatos voladores", y esta información, aunque parezca mentira, procede, directa o indirectamente, de al menos tres textos religiosos: el Corán, el Kebra Negast y el Targum.
LOS "DJINS" DE SALOMÓN
Pero antes hagamos una incursión en una leyenda muy difundida que tiene como protagonistas a Salomón y a unos extraños personajes aéreos, llamados djins o genios, en la mitología musulmana.Conocedor de los nombres secretos de todas las cosas, Salomón dominaba a estos genios y los hacía trabajar para él. Sabido es que conocer el nombre secreto de alguien, y más si atañe a estos espíritus de la naturaleza, es conocer su punto débil y conseguir su completa sumisión.
Esa misma Tradición dice que Salomón llegó a reunir la insignificante cantidad de sesenta millones de djins para una batalla que, por supuesto, ganó. Los djins le suministraron no sólo ayuda, sino poder y conocimiento.
En los versículos 12 y 13 de la Sura XX-XIV del Corán (editorial kutubia) se lee este extraño pasaje:
"Y a Sulayman (le subordinamos) el viento que en una mañana hacía el recorrido de un mes y en una tarde el de otro. E hicimos que manara para él un manantial de cobre fundido. Y había genios que trabajaban para él con permiso de su Señor... Hacían para él lo que quería: templos escalonados, estatuas, jofainas como aljibes y marmitas que no se podían mover".
Las tradiciones orientales recogidas por el Corán hacen veladas alusiones al conocimiento que debió tener Salomón sobre alguna técnica aérea. Un Rey al que estaba "subordinado el viento tempestuoso, que corría obedeciendo su mandato hasta la tierra que habíamos bendecido" (XXI, 81), que conocía el "lenguaje de las aves" (XX - VIL, 16) y para el cual "se reunieron sus ejércitos de genios, hombres y pájaros y fueron puestos en orden de batalla".
Salomón tenía muchos de estos serviciales espíritus guardados en recipientes herméticamente cerrados. En tiempos de Mahoma, la historia de este Rey judío y sus diablos o genios, que tenía encerrados en una botella, debió ser lo suficientemente conocida como para dejar su huella en los suras del Corán.
En este texto sagrado se confirma que las huestes de genios colaboraban con él en arduas tareas, como la construcción de tres poderosas fortalezas y del grandioso Templo, para albergar dignamente el satuario del Arca de la Alianza, que dió testimonio imperecedero de su sabiduría. Mientras, otros genios "buceaban para él" (buscando perlas y gemas) realizando, aparte de eso, otros trabajos" (Sura XXI, 82).
Con el paso del tiempo, las hazañas que efectuaban estos genios embotellados para uso y disfrute de Salomón, incluído el transporte aéreo a lejanas tierras, se atribuyeron también a otros personajes reales como Paracelso, el cura de Bargota, el Obispo de Jaén o el médico de Torralba.
Aparte de su valor simbólico, la mención de estos djins viene a constatar que diversos relatos, para explicar el enorme poderío que tuvo en su época Salomón, se empeñan en atribuirle ayuda sobrenatural en forma de estos serviciales espíritus.
LOS VUELOS DE LA REINA DE SABA
La fama de la sabiduría y la riqueza de Salomón superó los confines de sus dominios y atrajo a su Corte a la Reina de Saba, procedente, al parecer, de Etiopía (aunque otros dicen que esta soberana era de la Arabia feliz: Yemen).
El hecho es que, a pesar de las 700 mujeres "legales" y las 300 concubinas que tenía Salomón, Makeda se enamoró de él y juntos vivieron un apasionado idilio que dió su fruto: un niño llamado Menelik.
Aquí tenemos que acudir a un antiguo texto etíope llamado Kebra Negast (la Gloria de los Reyes), fechado en el siglo XIII d.C. y escrito originalmente en la lengua primitiva ge'ez.
Este relato contiene la más antigua versión conservada sobre la leyenda de la Reina de Saba y el Rey Salomón, el nacimiento de su hijo Menelik en Etiopía y el robo del Arca de la Alianza del primer Templo de Jerusalén.
En este curioso manuscrito se relata, con todo tipo de detalles, que el Rey Salomón poseía un carro celeste (aeronave lo llamaríamos ahora) con el cual recorría en un día la distancia que de otro modo habría tardado tres meses en cubrir a caballo:
"El Rey y todos cuantos obedecían su mandato volaron en el carro sin enfermedades ni padecimientos, sin hambre ni sed, sin sudor ni fatiga y con él cubrieron en un día el recorrido de tres meses".
Cuando la Reina de Saba, llamada Makeda en el Kebra Negast descubrió que iba a tener un hijo de Salomón, se marcha de Jerusalén, y aquél le ofrece algunos regalos. El libro I de los Reyes, capítulo 10, es parco en palabras en este sentido:
"El Rey Salomón dió a la Reina de Saba todos cuanto ella deseó... Después se volvió ella a su tierra con sus servidores".
Pero el Kebra Negast no se anda con rodeos y detalla cada una de estas ofrendas:
"El le dió las exquisiteces y riquezas más codiciables, cautivadores trajes y todas las magnificencias deseables en el país de Etiopía, camellos y carros en número de seis mil, cargados con costosos y apetecibles utensilios".
Además de todo esto le ofreció "carruajes con los que recorría el país y un carro que podía desplazarse por el aire que él mismo había confeccionado con arreglo a la sabiduría que le confiriera Dios".
Veinte años después, su hijo Menelik regresó a Jerusalén para ver a su padre, quien inmediatamente le reconoció y le ofreció toda clase de honores. Al cabo de un año de estancia, los ancianos de Israel se quejaron de que Salomón tenía excesiva preferencia por él e insistieron en que debía regresar a Etiopía.
El Kebra Negast afirma que fué Menelik I, quien, en venganza, robó el Arca y alguno de sus "carros volantes". Eso sí, antes sustituyó el Arca auténtica por una copia y luego se la llevó "por los aires" hasta ocultarla en Axum (Etiopía).
Precisamente en uno de estos carros aéreos regresó a su tierra con todo su séquito. El largo viaje que hizo Menelik desde Jerusalén hasta Etiopía no fué tan penoso como cabría suponer. Se puede leer textualmente:
"Y cargaron los carros y los caballos y las mulas a fin de partir... Y, en cuanto a los carros, ninguno cargó el suyo... Y ya fuesen hombres, caballos, mulas o camellos cargados, todos fueron elevados del suelo hasta una altura de un codo; y todos los que iban sobre los animales fueron elevados sobre sus lomos a la altura de un palmo de un hombre y todas las diversas clases de equipaje que iban cargadas en los animales, así como quienes iban montados sobre ellos, fueron elevados a la altura de un palmo de un hombre, y los animales fueron alzados a la altura de un palmo y todos viajaron en los carros.... como un águila cuando su cuerpo se desliza sobre el viento".
UN MEDIO DE TRANSPORTE SOBRENATURAL
¿Sobre qué fueron montados? ¿Qué gran nave o carro podría albergar a tantos hombres y animales?Según el texto etíope, cuando los sumos sacerdotes indagaron y preguntaron a sus vecinos egipcios, éstos les contestaron que "hace largo tiempo que las gentes de Etiopía pasaron por aquí, conduciendo un carro como los ángeles y más veloces que el águila en los cielos".
Pero no sólo el Kebra Negast nos suministra información sobre las máquinas volantes de Salomón. En el Targum, libro de los judíos que contiene las glosas caldeas de las Sagradas Escrituras, se comenta que Salomón dominaba los vientos y que éste realizó, con "un medio de transporte sobrenatural", el recorrido de La Meca a Yemen, entre la salida y la puesta de la estrella Canope, excursión que de otra forma hubiera requerido un mes.
LOS DISTANTES TRONOS DEL REY DE ISRAEL
Uno de los aspectos más sorprendentes de Salomón era su afán viajero, recogido en las leyendas locales y en la toponimia de algunos enclaves geográficos. Una y otra vez se encuentra de improviso en lugares separados miles de kilómetros unos de otros.
Ya sabemos que cada mes visitaba a su amada Reina, cubriendo la distancia Jerusalén - Marib (Yemen) o Jerusalén - Etiopía, en tan sólo medio día. También viajó 5.000 kilómetros más al oriente, edificando templos y residencias megalíticas en determinados montes "estratégicos" en los actuales países de Irán, Pakistán y Cachemira.
Todos estos montes reciben el nombre de Takh-i-Suleiman (Trono de Salomón). Uno de ellos está situado cerca de la ciudad de Srinagar, en el valle de Cachemira. Las leyendas locales dicen que Salomón llegó aquí con su trono volante, encauzó el torrente y desecó los pantanos. Por eso a Cachemira se le denomina también "Huerto de Salomón".
Otro de los montes estaría al oeste de la ciudad pakistaní Dera Ismail Khan, con sus 3441 metros de altitud. El tercer "trono de Salomón" se situaría al noroeste de Irán, con 2400 metros de altitud.
El investigador Erich Von Däniken especula con la posibilidad de que estas instalaciones fueran estaciones de aterrizaje de naves voladoras de Salomón. Avala esta hipótesis el hecho de que el historiador árabe Al-Masudi (siglo X d.C.) refiriera que los templos edificados por Salomón en el Takh-i-Suleiman tenían admirables paredes pintadas que representaban los cuerpos celestes, las estrellas, la Tierra con sus continentes y las regiones habitadas, así como "otras cosas sorprendentes".
Si el pionero de estos "carros" hubiera sido el propio Rey Salomón, cabría dudar de que, efectivamente, poseyera tales artefactos; pero muchos años antes que él, la navegación aérea parecía ser moneda corriente.
La pregunta sería si este medio "sobrenatural" de transporte del que disponía Salomón pertenecía a la familia de los vimanas (palabra sánscrita sinónima de "máquina voladora") pilotados por los avsnis y utilizados en la India, según aseguran el Ramayana y otros textos sagrados hindúes, cientos de años atrás.
Y antes que ellos, algunos manuscritos chinos hacen referencia a los "barcos voladores" de los dropa y a las "ruedas o discos de fuego" de un papiro del Faraón Tutmosis III.
La firme y universal creencia en la existencia de un legado salomónico que contenía la clave de muchos secretos del mundo fué firmemente compartida por eruditos cristianos, musulmanes y judíos a lo largo de la Edad Media.
Y esto dió pié a que circulasen documentos mágicos atribuidos a Salomón, los cuales, se asegura, contenían todos estos arcanos. Para unos, el secreto de la sabiduría de este monarca residió en la construcción del Templo, otros lo atribuyen al anillo de Salomón, donde está inscrito su Sello, otros hablan del conocimiento del Nombre de Dios primordial y otros de sus avanzados conocimientos aéreos...
(Artículo del escritor Jesús Callejo, publicado en la revista "Más Allá").
(Recogido en la publicación digital Area7 el 8 de Noviembre de 2006)
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